Francisco Icala
“Nuestros abuelos y abuelas nos han dejado un legado; un sistema de principios y valores que nos permite entender que todo está interrelacionado, desde lo espiritual hasta lo físico, formando la eterna unidad entre la naturaleza y la humanidad. La cosmovisión maya es una forma de sentir, vivir, actuar, pensar, analizar, respetar y entender la relación entre los seres que conviven y respetan el cosmos. La naturaleza es la madre que nos alimenta, nos mantiene, nos viste y nos acobija cuando vivimos y morimos”.
Francisco Icala Tiriquiz, maya k’iche de Chichicastenango (Quiché, Guatemala) emigró a los Estados Unidos en 1993. Se ha formado como intérprete para su idioma materno (k’iche), recibiendo capacitaciones que le han dado la oportunidad de trabajar interpretando en los tribunales federales y estatales de Estados Unidos, ayudando a su comunidad por casi 25 años. Además de esto, Francisco se ha capacitado como promotor de salud, trabajando activamente en la divulgación de mensajes de prevención y tratamiento de las enfermedades que más afectan a la comunidad indígena/latinx. Y es esta genuina entrega por su comunidad lo que lo hizo formarse como Ajq’ij (guía espiritual maya) en el 2005. Francisco dice: “Mi función es guiar a la comunidad en todos los campos de la vida, tanto espiritual y material, incluyendo lo político, lo económico, lo social y, de forma muy especial, lo cultural”.
Su conexión espiritual con la naturaleza y lo que provee para la humanidad, lo han inspirado para promocionar activamente el cuidado por nuestro planeta. “El cambio climático juega un papel fundamental en la seguridad alimentaria de las poblaciones. El calentamiento global es el resultado de un círculo no saludable de hábitos, individuales y colectivos, que es necesario corregir para asegurar una larga y saludable vida para nuestro planeta”, comenta.
El Ajq’ij Francisco considera que es importante concientizarnos, y hacer un buen uso los recursos naturales que nos da la madre tierra -agua, árboles, animales-, pero también es necesario informar y educar a nuestra comunidad sobre el papel que jugamos en el calentamiento global. “Conectarnos con la espiritualidad de nuestra planeta, participando en la conmemoración de los equinoccios, que para nuestros ancestros representaban los sagrados momentos para pedir permiso a la tierra, para la siembra y la cosecha; el equilibrio del ser Ruk’ux Kaj, Ruk’ux Ulew (Corazón del cielo, Corazón de la tierra)”, agrega.
Sin embargo, Francisco asegura que esta conciencia espiritual no trasciende si no se ve reflejada en acciones individuales claras, como el simple hecho de separar la basura. “Vivimos en la primera ciudad de Estados Unidos que desde el año 2000 empezó a separar los desperdicios animales y vegetales para convertirlos en abono, para darle nueva vida a nuestros recursos naturales. Nuestra comunidad se resiste a hacerlo y desconoce que con esto estamos colaborando a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, y así asegurar, entre otras cosas, la buena alimentación de nuestras futuras generaciones”, explica. En su trabajo como promotor y educador de salud, reconoce que la labor de las organizaciones y los líderes comunitarios es esencial para garantizar espacios acogedores y seguros, pero también para promover mensajes que aseguren la satisfacción de las necesidades básicas de nuestras hijas e hijos en un futuro. A esto se le llama sostenibilidad.
Actualmente más de 4 millones de libras de desperdicios de alimentos son recolectados en California, pero podría ser muchísimo más si toda la gente estuviera comprometida con el compostaje, o muchísimo menos si aprendiéramos a comprar únicamente lo que vamos a comer, si utilizamos los restos de comida para preparar otros alimentos, y si tuviéramos un poco de más conciencia por nuestro planeta.
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